Por esa razón, el año 2010 promete ser más rico en iniciativas legislativas en el terreno del libro digital. De entrada, tras consultar a editores, bibliotecas, autores y consumidores, la Comisión Europea prevé empezar por crear un registro común de derechos de autor, aunque tenga que basarse en licencias con plazos distintos en función del país en el que estén registradas. Pese a estas limitaciones, este directorio paneuropeo facilitaría a los propietarios de los derechos el cobro de los ingresos por las descargas de sus obras. En cuanto a las licencias paneuropeas de explotación, Bruselas trabaja sobre la pista de empezar por las obras huérfanas (sin un propietario claro de sus derechos) y por aquellas que se hallan agotadas, que en principio serían menos conflictivas que las que todavía están siendo explotadas comercialmente.
Las propuestas están irónicamente faltas de autor, ya que la nueva comisaria de Sociedad de la Información, Neelie Kroes, no asumirá el puesto hasta febrero. El modelo, en principio, sería el criticado acuerdo entre Google Books y la Asociación de Autores Americanos. Previo pago de 125 millones de dólares, ese pacto puso fin a años de enfrentamiento entre las partes y despejó del camino de la empresa estadounidense el espinoso asunto de los derechos de autor de la versión digital de libros protegidos por leyes de propiedad intelectual.
Google Books lleva cinco años de ventaja a Europa y alrededor de diez millones de libros digitalizados gracias a una inversión cuyo coste ni el buscador de internet más potente del mundo conoce ni los responsables de la empresa quieren tampoco aclarar a la prensa. El público de Estados Unidos es el beneficiario directo por el acuerdo, ya que abre la puerta a la digitalización no sólo de obras previas al año 1923 (que son de dominio público según la ley estadounidense), agotadas o huérfanas, sino a libros todavía protegidos y explotados comercialmente. Google Books ha trabajado con 30 bibliotecas de todo el mundo. De ellas, siete son europeas y dos españolas (la Biblioteca de Catalunya y la de la Universidad Complutense de Madrid). Son de las pocas instituciones europeas que han decidido no cerrarse puertas y trabajar a varias bandas en la difusión de contenidos a través de internet.
En los últimos años se han multiplicado los intentos de competir con Google: la Unión Europea ha lanzado Europeana, pero sólo con contenidos de dominio público; el Gobierno alemán, Libreka; la Biblioteca Nacional francesa, Gallica... Incluso Francia, uno de los países que más desconfían de las intenciones de Google, cree que es necesario "salir de esta confrontación estéril y peligrosa entre, por un lado, Google y, por otro, la dispersión de las respuestas europeas", como afirmó su ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand, en el último Consejo de Ministros de Cultura europeos.
En ese encuentro se decidió poner en marcha un grupo de sabios que prepare un marco común para posibles acuerdos entre instituciones culturales públicas y el sector privado (en esencia, Google, aunque otros rivales como Amazon y Microsoft se han unido en la llamada Open Book Alliance para hacerle frente). La Comisión Europea es una firme partidaria de esta fórmula. Cree que evitará que los contenidos culturales europeos cojan polvo en las bibliotecas mientras los de Estados Unidos copan internet, y que la Unión Europea deje pasar el que promete ser un lucrativo mercado. La presidencia española de la UE se encargará de poner en marcha el comité de sabios sobre el libro electrónico el próximo año.
Las propuestas están irónicamente faltas de autor, ya que la nueva comisaria de Sociedad de la Información, Neelie Kroes, no asumirá el puesto hasta febrero. El modelo, en principio, sería el criticado acuerdo entre Google Books y la Asociación de Autores Americanos. Previo pago de 125 millones de dólares, ese pacto puso fin a años de enfrentamiento entre las partes y despejó del camino de la empresa estadounidense el espinoso asunto de los derechos de autor de la versión digital de libros protegidos por leyes de propiedad intelectual.
Google Books lleva cinco años de ventaja a Europa y alrededor de diez millones de libros digitalizados gracias a una inversión cuyo coste ni el buscador de internet más potente del mundo conoce ni los responsables de la empresa quieren tampoco aclarar a la prensa. El público de Estados Unidos es el beneficiario directo por el acuerdo, ya que abre la puerta a la digitalización no sólo de obras previas al año 1923 (que son de dominio público según la ley estadounidense), agotadas o huérfanas, sino a libros todavía protegidos y explotados comercialmente. Google Books ha trabajado con 30 bibliotecas de todo el mundo. De ellas, siete son europeas y dos españolas (la Biblioteca de Catalunya y la de la Universidad Complutense de Madrid). Son de las pocas instituciones europeas que han decidido no cerrarse puertas y trabajar a varias bandas en la difusión de contenidos a través de internet.
En los últimos años se han multiplicado los intentos de competir con Google: la Unión Europea ha lanzado Europeana, pero sólo con contenidos de dominio público; el Gobierno alemán, Libreka; la Biblioteca Nacional francesa, Gallica... Incluso Francia, uno de los países que más desconfían de las intenciones de Google, cree que es necesario "salir de esta confrontación estéril y peligrosa entre, por un lado, Google y, por otro, la dispersión de las respuestas europeas", como afirmó su ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand, en el último Consejo de Ministros de Cultura europeos.
En ese encuentro se decidió poner en marcha un grupo de sabios que prepare un marco común para posibles acuerdos entre instituciones culturales públicas y el sector privado (en esencia, Google, aunque otros rivales como Amazon y Microsoft se han unido en la llamada Open Book Alliance para hacerle frente). La Comisión Europea es una firme partidaria de esta fórmula. Cree que evitará que los contenidos culturales europeos cojan polvo en las bibliotecas mientras los de Estados Unidos copan internet, y que la Unión Europea deje pasar el que promete ser un lucrativo mercado. La presidencia española de la UE se encargará de poner en marcha el comité de sabios sobre el libro electrónico el próximo año.
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