En el devenir de la actual crisis económica era de prever que afloraran estadísticas sobre la evolución del desempleo en clave de género. Efectivamente, los datos recabados por el Inem los últimos meses vienen a confirmar la fuerte segmentación que persiste en el ámbito laboral, donde aún perdura un reparto invisible de profesiones y tareas en función del sexo: la industria y la construcción para los hombres, el sector servicios para las mujeres. Un reparto que, a pesar de los esfuerzos de orientadores, de la preocupación de la Administración y de los propios cambios sociales, ha experimentado muy pocos avances. De ahí que en la actual coyuntura marcada por la caída de facturación en el ámbito industrial, en empresas que sostienen la industria automovilística o en la compleja red que gira alrededor de la vivienda, el paro masculino haya crecido de forma notoria: siete de cada diez nuevos desempleados son hombres aunque el paro, en su globalidad, afecta aún más a las mujeres que a la población masculina. Inmersos en el tsunami de la crisis, faltan todavía indicadores sociológicos para prever las consecuencias que avanzan los datos recabados por las oficinas del paro. Existen precedentes históricos, incluso algunos muy cercanos en el tiempo, en los que las mujeres terminaban siendo el sostén familiar ante la ausencia de los hombres, bien porque habían emigrado o bien porque fueron alistados para alguna contienda, como ocurrió en muchas familias durante la Guerra Civil. También ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial en Europa y en Estados Unidos, dando pie a fenómenos que han sido analizados en muchas ocasiones para concluir que, tras estas circunstancias excepcionales, los hombres reclamaron los puestos de trabajo que en su día abandonaron o exigieron su preferencia en los empleos que ocupaban ellas. Es en estas circunstancias también cuando los trabajos realizados por las mujeres, los que se habían considerado menores o complementarios al sueldo del hombre, empiezan a ser codiciados por la población masculina. Está por ver cómo evolucionará este fenómeno en las actuales circunstancias, pero la creciente presencia de las mujeres en el mercado laboral y sus niveles de preparación no hacen prever que la cosa pueda tener marcha atrás.
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