martes, 17 de febrero de 2009

Sobre el analfabetismo moderno y la manipulación

Es bien conocido el apotegma “una masa iletrada es fácil de manipular”. Desde la época en que el saber escribir y leer era monopolio exclusivo de las clases dirigentes, la humanidad ha asistido a la metamorfosis paulatina de esta jerarquía letrada en una aristocracia de conocimientos técnicos y de información.
En pleno siglo XXI, en el que los massmedia ponen en contacto unidireccional la oligarquía con la gran masa con monedero incorporado, los yogures se venden porque contienen partículas de las que nadie –hasta entonces- había escuchado nombrar, las tramas políticas se construyen sobre bombas de ácido bórico y el trabajador no puede luchar por sus derechos debido a la delicada situación mundial. El apotegma sigue siendo tristemente aplicable.


Se cuenta que un día el conocido filósofo Diderot, durante una visita a la corte rusa, fue invitado a un banquete por la Emperatriz. En él, el filosofo no puso reparos en mostrar sus puntos de vista sobre el ateísmo y las incongruencias de la fe cristiana. Leonard Euler, uno de los mayores matemáticos de la historia y que también participaba en el banquete, cansado de los ataques hacia su fe, se puso de pie y anunció con gran pompa que había demostrado matemáticamente la existencia de Dios, y que compartiría gustosamente sus descubrimientos con los presentes si Diderot estaba de acuerdo.
El filósofo, divertido, accedió. Entonces Euler anunció: “el cuadrado de a menos el cuadrado de b es exactamente el producto de a más b por el de a menos b. Por tanto, Dios existe. ¡Conteste!” Diderot, azorado y desconcertado mientras que la corte reía, tuvo que huir. Nunca se le volvió a ver por esas latitudes.


Y eso que a Diderot se le pueden echar en cara muchos defectos, pero no exactamente el de ser iletrado. Pero su total desconocimiento de la más elemental matemática fue utilizado por Euler para desbancarle, para mandarlo callar, con una monería que nada tiene que ver con la teogonización (no es el objetivo del presente artículo, ni tampoco el de Euler a opinión del autor, deducir la existencia de Dios a partir de la inmutabilidad de elementos abstractos y de la posibilidad de obtener nuevas proposiciones verdaderas gracias a la matemática)


La enseñanza que esta anécdota sobre matemáticos destila es la de que, en esta sociedad, no se puede ser analfabeto. Quien posee la información –y no es casualidad que ésta se encuentre normalmente codificada en forma de jerga ininteligible para los no iniciados- tiene un enorme poder. Nuestro objetivo cuando leemos, estudiamos, aprendemos, no debería ser convertirse en un elemento más de esta oligarquía informada, sino más bien evitar que ésta nos manipule a su antojo. Porque nunca se puede saberlo todo, siempre habrá alguien más informado que nosotros –al menos en un área-. Si no, preguntádselo a Diderot.


Pero no solo es necesario conocer sino también hay que saber como procesar los datos, como interpretarlos. Un ejemplo: en el treinta por ciento de los accidentes de automóvil influyó la ingesta de alcohol y cuanto más tiempo se pasa en la carretera más aumenta el riesgo de padecer un accidente. Por lo tanto, la forma más segura de conducir es borracho y a toda velocidad (si el treinta por ciento de accidentes fue provocado por la bebida, el setenta por ciento no. Y si la velocidad aumenta, el tiempo transcurrido para trasladarse de A a B disminuye). Hay que saber interpretar los datos porqué la estadística es conocida como una buena manera para engañar a los lectores, incluso a los iniciados, sin mentir.
Una empresa puede anunciar que durante el pasado año ha perdido un millón de euros, así sale publicado en los periódicos, y que, por tanto, es entendible que tienen que recortar la plantilla. Lo que no cuentan –o no cuentan tanto- es que esta pérdida es respecto a los beneficios que registraron el año anterior porque la empresa, in facto, no pierde dinero sino que, simplemente, no gana tanto. Cuando la ética empresarial y periodística no funciona, debería funcionar el sentido común para interpretar los números. (No en vano, Laplace afirmaba que la estadística no era más que matemática simple aplicada al sentido común. Eso no le impedía utilizar transformadas integrales y convoluciones a discreción en sus publicaciones pero, bien, eso es otro tema)


El desconocimiento es el caldo de cultivo ideal para la manipulación. A lo largo de la historia hay numerosos ejemplos. “Pagad los diezmos y los impuestos o iréis al infierno”, las panaceas de la edad media, “No arrases mi pueblo que te llevaré hacia el Dorado”… Marx afirmaba que la principal causa de la explotación capitalista era la profunda inculturalización de la masa obrera.


Volviendo al siglo XXI. A la inculturalización endémica de la clase media y clase baja (a pesar de la universalización de la educación primaria y secundaria), hay que sumarle la acción de los mass media que atiborran con la palabra crisis cada comentario de sus noticiarios y cada chiste de sus late-shows. No es nuestra intención negar la existencia de una crisis a nivel mundial, pero sí denunciar que ésta sea utilizada como pretexto por muchas empresas para recortar plantilla y aumentar el margen de beneficio de sus más altos directivos.
Porqué estos no han parado jamás de crecer –incluso al Banco Mundial y al The Economist (no conocidos exactamente por su defensa de la masa trabajadora explotada) les parecen desproporcionados y excesivos-, las ventas de coche de ultralujo no han disminuido este último trimestre. La solución a la anterior ecuación (trabajador poco informado más manipulación informativa más amenazas por parte de la empresa) es obvia.
Las empresas no pierden dinero pero aludiendo al millón de euros de pérdidas (relativas respecto al ejercicio anterior) despiden a buena parte de la plantilla. Y, los que se quedan, tienen que realizar el mismo trabajo que antes, pero con menos manos a repartir. Más horas, más carga laboral, mismo o menor sueldo, menos ingresos extraordinarios y nadie puede protestar porqué la empresa grita “crisis, tú puedes ser el siguiente”. Y el trabajador suele tener una familia a mantener, una hipoteca que pagar y cuya mensualidad se ha doblado; no está para juegos.


Pero las empresas sí están para juegos, de manos. Hasta la fecha habían encadenado diez años -tirando por lo bajo- de beneficios multimillonarios interrumpidos. (Repetimos que no es nuestra intención dudar sobre las importantes consecuencias que la implosión de la burbuja inmobiliaria ha causado en el patrimonio de ciertos especuladores y bancos de inversión agresiva).
Pero a la primera señal de desaceleración económica que, en la mayoría de los casos, no viene acompañada de pérdidas económicas reales, regalan una ERE a su plantilla, como si todos los beneficios acumulados no permitieran mantener a mil trabajadores en nómina durante los dos años que está previsto que dure la crisis. Todo lo anterior sin rebajar el sueldo del alto directivo, o despedirlo.
Durante la crisis del 29 muchos empresarios, en New York, se despeñaron rascacielos abajo. En esta crisis los empresarios suben a su jet privado y festejan que se haya rescatado con dinero público su empresa privada. cenando de ultralujo en Mónaco.


Pero claro, el trabajador medio, el ciudadano de a pie, no entiende sobre ciclos económicos, ni de ralentizaciones de la economía. Solo ve las noticias en la televisión, los precios en los supermercados que se han disparado, que en su empresa amenazan con despedirle. Les falta la cultura necesaria para discernir que datos de los que le llegan son significativos y que conclusiones que escucha en la televisión pueden ser realmente entresacadas de ellos. Desgraciadamente, únicamente los ricos han tenido acceso a esta educación, y son estos mismos ricos quienes controlan las grandes empresas y los mass media.
La información es poder y la información está controlada. Únicamente la clase alta de la sociedad se puede permitir una educación para sus hijos suficientemente buena como para que participen de esa información, endoculturizándose, autoperpetuándose, para continuar siendo ricos. Mientras, los no tan ricos, inculturizados, analfabetos modernos, seguirán siendo una gran masa que manipularán a su antojo.

Los ricos, más ricos. Los pobres, más pobres. El perro que se muerde la cola.

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