Un 15 por ciento de los españoles padecen de intolerancia a la lactosa o intolerancia a la leche, que es la incapacidad de digerir el azúcar de la leche (lactosa) debido a la falta de una enzima (lactasa). Este problema puede provocar carencias nutricionales dado que las personas con intolerancia a la lactosa tienden a eliminar los lácteos de su dieta, algo que, según la doctora Rosa María Ortega, del departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, «no es necesario, ya que existen muchos lácteos que no contienen lactosa o son mejor tolerados por estos individuos».
Según Ortega, «la intolerancia a la lactosa no es grave, pero es necesario saber cómo vivir con ella para evitar falta de calcio, vitamina B2, vitamina D o proteínas. Las personas intolerantes deben consumir lácteos como el queso curado o semicurado, el yogur y otras leches fermentadas, ya que son componentes básicos de una dieta equilibrada y sana, buena fuente de proteínas y de calcio y que no conllevan los síntomas de la intolerancia».
Muchas personas con intolerancia a la lactosa pueden consumir leche y productos lácteos sin padecer síntomas, especialmente si los consumen en pequeñas cantidades y acompañados por otros alimentos. Sin embargo, otras necesitarán la restricción de la lactosa o el consumo de algunos alimentos como yogur/leche fermentada que aportan lactasa que se suma a la del individuo ayudando a que tolere mejor la lactosa.
La intolerancia a la lactosa se puede presentar en el momento del nacimiento, situación en la que la lactasa es imprescindible para la nutrición del bebé; durante la infancia al introducir la leche de vaca en la dieta, época en que la lactosa proporciona una fuente de energía excelente para un crecimiento y desarrollo rápido, o en la etapa adulta.
Alergia a la leche vs. Intolerancia a la lactosa
La intolerancia a la lactosa no es lo mismo que la alergia a la leche. Una persona alérgica reacciona contra la proteína de la leche, por lo que no tolera ningún producto lácteo. Esta alergia es poco frecuente en adultos. Por su parte, una persona con intolerancia a la lactosa reacciona ante el azúcar presente en la leche (lactosa), pero puede consumir cantidades variables de leche y tolerar bien la leche ya fermentada, el queso y el yogur.
Según Ortega, «la intolerancia a la lactosa no es grave, pero es necesario saber cómo vivir con ella para evitar falta de calcio, vitamina B2, vitamina D o proteínas. Las personas intolerantes deben consumir lácteos como el queso curado o semicurado, el yogur y otras leches fermentadas, ya que son componentes básicos de una dieta equilibrada y sana, buena fuente de proteínas y de calcio y que no conllevan los síntomas de la intolerancia».
Muchas personas con intolerancia a la lactosa pueden consumir leche y productos lácteos sin padecer síntomas, especialmente si los consumen en pequeñas cantidades y acompañados por otros alimentos. Sin embargo, otras necesitarán la restricción de la lactosa o el consumo de algunos alimentos como yogur/leche fermentada que aportan lactasa que se suma a la del individuo ayudando a que tolere mejor la lactosa.
La intolerancia a la lactosa se puede presentar en el momento del nacimiento, situación en la que la lactasa es imprescindible para la nutrición del bebé; durante la infancia al introducir la leche de vaca en la dieta, época en que la lactosa proporciona una fuente de energía excelente para un crecimiento y desarrollo rápido, o en la etapa adulta.
Alergia a la leche vs. Intolerancia a la lactosa
La intolerancia a la lactosa no es lo mismo que la alergia a la leche. Una persona alérgica reacciona contra la proteína de la leche, por lo que no tolera ningún producto lácteo. Esta alergia es poco frecuente en adultos. Por su parte, una persona con intolerancia a la lactosa reacciona ante el azúcar presente en la leche (lactosa), pero puede consumir cantidades variables de leche y tolerar bien la leche ya fermentada, el queso y el yogur.
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