«Te voy a dar una patada en los h...», «¿Qué te parece si ahora te doy dos h... y no te vuelves a meter con mi hijo?», «Te voy a dar una paliza que no te va a reconocer ni tu padre».
Es parte del veneno verbal que vierten los padres sobre los profesores de sus hijos, según el Defensor del Profesor, un servicio de atención inmediata y gratuita para docentes víctimas de situaciones de conflictividad y violencia en las aulas que puso en marcha el sindicato independiente ANPE de los profesionales de la enseñanza en 2005. Sólo en el último año, 3.419 docentes recurrieron a este servicio para descargar su angustia y recibir asesoramiento, según Nicolás Fernández, presidente nacional del sindicato.
Los docentes no sólo se ven en situaciones violentas con los padres, en la mayoría de las ocasiones sucede con los alumnos. El 40 por ciento de las quejas tienen que ver con los escolares y, en la mitad de los casos, con los de Secundaria a la hora de impartir la clase por la situación generalizada de falta de atención, desinterés y esfuerzo nulo.
«Existe un clima de agresividad gratuita y una falta de respeto generalizada por la crisis de valores que vivimos. Al profesor y al alumno se les ha puesto ya en el mismo plano», lamentó ayer Inmaculada Suárez, la coordinadora del Defensor. «Sobras tú» Un ejemplo de esta agresividad queda patente en una de las denuncias remitida por un profesor: «Estoy harto de que me boicotee la clase y se haga el gracioso metiéndose con otros compañeros.
Hoy, después del recreo, llegó tarde y entró gritando. Le dije que se sentase y que no interrumpiese. Al rato se puso a cantar a media voz. Le dije que se saliera de clase. No estoy haciendo nada y no me voy a ir, me contestó. Volví a repetirle que saliese. Su respuesta fue: el único que sobras aquí eres tú, gilipollas. Se levantó, cogió su silla y la lanzó contra mí». ¿Por qué ocurren situaciones como ésta? Suárez cree que «hay un debilitamiento de la autoridad familiar y la ausencia de pautas y normas de conductas están produciendo efectos muy negativos en los hábitos, actitudes y comportamientos en la escuela».
ANPE reveló ayer que han subido un 24 por ciento las denuncias de los padres a profesores con respecto al año pasado porque no ponen límites a sus hijos, pero tampoco permiten que otros se los pongan. «No están dispuestos a consentir que los hijos sean recriminados o cumplan una sanción merecida, llegando incluso a la denuncia». El responsable de ANPE Madrid, Fernando Giménez, reclamó que se devuelva la autoridad al profesor con cambios en las normativas sobre convivencia escolar, que se apliquen las que ya existen, que se dicten órdenes de alejamiento a los alumnos agresores y que se dé amparo legal al profesor.
Es parte del veneno verbal que vierten los padres sobre los profesores de sus hijos, según el Defensor del Profesor, un servicio de atención inmediata y gratuita para docentes víctimas de situaciones de conflictividad y violencia en las aulas que puso en marcha el sindicato independiente ANPE de los profesionales de la enseñanza en 2005. Sólo en el último año, 3.419 docentes recurrieron a este servicio para descargar su angustia y recibir asesoramiento, según Nicolás Fernández, presidente nacional del sindicato.
Los docentes no sólo se ven en situaciones violentas con los padres, en la mayoría de las ocasiones sucede con los alumnos. El 40 por ciento de las quejas tienen que ver con los escolares y, en la mitad de los casos, con los de Secundaria a la hora de impartir la clase por la situación generalizada de falta de atención, desinterés y esfuerzo nulo.
«Existe un clima de agresividad gratuita y una falta de respeto generalizada por la crisis de valores que vivimos. Al profesor y al alumno se les ha puesto ya en el mismo plano», lamentó ayer Inmaculada Suárez, la coordinadora del Defensor. «Sobras tú» Un ejemplo de esta agresividad queda patente en una de las denuncias remitida por un profesor: «Estoy harto de que me boicotee la clase y se haga el gracioso metiéndose con otros compañeros.
Hoy, después del recreo, llegó tarde y entró gritando. Le dije que se sentase y que no interrumpiese. Al rato se puso a cantar a media voz. Le dije que se saliera de clase. No estoy haciendo nada y no me voy a ir, me contestó. Volví a repetirle que saliese. Su respuesta fue: el único que sobras aquí eres tú, gilipollas. Se levantó, cogió su silla y la lanzó contra mí». ¿Por qué ocurren situaciones como ésta? Suárez cree que «hay un debilitamiento de la autoridad familiar y la ausencia de pautas y normas de conductas están produciendo efectos muy negativos en los hábitos, actitudes y comportamientos en la escuela».
ANPE reveló ayer que han subido un 24 por ciento las denuncias de los padres a profesores con respecto al año pasado porque no ponen límites a sus hijos, pero tampoco permiten que otros se los pongan. «No están dispuestos a consentir que los hijos sean recriminados o cumplan una sanción merecida, llegando incluso a la denuncia». El responsable de ANPE Madrid, Fernando Giménez, reclamó que se devuelva la autoridad al profesor con cambios en las normativas sobre convivencia escolar, que se apliquen las que ya existen, que se dicten órdenes de alejamiento a los alumnos agresores y que se dé amparo legal al profesor.
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